Quisiera que los labios fueran hijos de los marineros de Neruda, aquellos que besan y se van...Que fueran meramente una parte más como lo son para un Anatomista. Que no implicaran una caída a uno de los círculos de Dante, que no se amaran como se aman las rosas de sal, topacios. No es posible en este mundo tan enredado, ser marinero sin mar, sin embarcación, sin puerto. Las alternativas se rigen en el perfil de Bosé.
Los días son una tortura, una misantropía constante, una lucha, una frustración digna de que un Vallejo narre las muertes en mi Medellín.
Ser presa de los movimientos gástricos, los que se crean cuando besas y cuando se hacen otras cosas que son mejores hacerlas que narrarlas. Ser presa del cosquilleo, del aleteo, de la corriente que movería al cosmos a hacer tantas cosas si se pueda exteriorizar.
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