sábado, 26 de noviembre de 2011

Verde que te quiero verde...

Tratando de despejar la escaramuza que se filtra entre los recovecos de mis controles, intento despertarme del sueño ridículo y absurdo de no vivir lo que puedo. Mis pensamientos a veces no hacen un sentido lógico sino absurdo y delicado. Las ideas flotan tal cual si perdieran su premura, su necesidad de complejizar, de entretejer, de proliferar. Simplemente suspendidas en el aire sin el más mínimo apuro de protagonizar. Probablemente este vacío enredoso es lo que condenan los expertos, las fuentes de autoridad. Qué rareza esta la de dejarnos amoldar por la colectividad, por el común, por el conocido. Seguro la rareza de cuestionarte el molde es otra cosa que condenan. La realidad es que todo el día funciono, funciono como la industrialización, como la modernización funcionaban. Era todo un gran despliegue de funcionalidad. Y así mientras pasa el tiempo nos volvemos ansiosos de olvidar, de seguir viviendo a velocidad luz, de seguir corriendo, funcionando, produciendo. No es letargo ni pereza lo que expongo, es un ratito de libertad. De escoger dentro del espacio lo que quieres ocupar, esperar, pensar. Es en teoria, dejar de funcionar o funcionar por segmentos atrasados. Es mi rato, mi espacio de dejar de funcionar, de estar sola en esencia, en complexión y literalmente sola. Es dejarte suspender, dejar de resistirte, ceder. Se libera el equilibrio y se propaga el desbalance, se inhiben los prejuicios y se dispara el atrever. Se pierde la amargura y la infertilidad, se exacerba la risa y el descontrol, un descontrol ligero y torpe. Se crean memorias que se esfuman justo ahí y se olvidan como todo lo demás porque al siguiente día vienen más memorias, más cosas que recordar. ¿Con qué tiempo te recuerdo, me recuerdo de todo? Es un rato de expresiones en silencio.

jueves, 10 de marzo de 2011

A propósito de un Suceso

Que tal si el movimiento estudiantil, es un derivado del sentimiento de descontento que se siente en la atmósfera del país. Tantos “cambios”, tantos problemas sin soluciones aparentes, tantas muertes, robos, suicidios…Todos sabemos que año tras año, elegimos casi al azar, casi como un desfile de gitanos desplegando sus inventos, sus ocurrencias y nos dejamos engañar con promesas… Cada cuatro años elegimos los gitanos con los mejores inventos, las mejores esperanzas y animamos, gritamos, bailamos y cuando regresamos a la rutina nos levantamos pensando que ese día algo diferente va a ocurrir.
Continuamos en la cotidianidad y tenemos problemas, económicos, personales, laborales, existenciales, de identidad, etc. Etc. Todos tenemos una historia igualmente válida, ¿quién determina cuál existencia es la correcta? ¿Cuál estilo de vida, forma de pensar, vestir, vivir, es la correcta?¿Qué tal si los estudiantes son el fondo de la caldera, que lucha por calentar, por avivar la llama de descontento…?
No presento esto en ánimo de parcializar ni ejercer una opinión. Simplemente, saludablemente cuestionar lo que está aconteciendo a nuestro alrededor. Los estudiantes tienen mejor cobertura mediática que los proyectos de ley que a diario firman los “legisladores” que afectan a todos los ciudadanos. La justicia establece sus prioridades por la cantidad de dinero que las personas involucradas puedan pagar…
Los estudiantes tienen a los policías trabajando 7 días sin descanso, porque para este país es más importante controlar el fuego de la caldera. Tratar de apaciguar el movimiento disidente, tal como si fueran niños chiquitos con ganas de alborotar. Ellos están expresando en altavoz lo que se escucha en las calles, en los colmados, panaderías, puestos de gasolina, el descontento, la frustración y la conformidad…
Si no te cuestionas nada, entonces tu vida está realizada, felicitaciones. Hay miles de personas que se cuestionan, que se preguntan y que les importa que sus preguntas sean respondidas. Son las personas que están representando el ideal más básico del hombre y la mujer, poder expresar lo que se siente. Poder arreglar algo que se entiende que está mal, dejar saber que tus condiciones no favorecen las mías, llegar a un acuerdo de igual beneficio para ambas partes.
Me pregunto si en Egipto, el descontento comenzó así, como un barullo de “niños chiquitos con deseos de alborotar” y luego se convirtió en un estruendo tan magnífico que el mundo lo escuchó…