lunes, 9 de agosto de 2010

Tres puntos suspensivos...

Hablé con vos, después de la noticia era la primera vez que te escuchaba. Fuiste tu la primera en notar que había algo diferente en mi entonación, algo rutinario, doloroso. Hiciste la salvedad y yo traté de pensar si realmente había cambiado mi manera de hablarte. La realidad es que todo lo que tiene que ver contigo, ciertamente, había cambiado. Antes, hablarte me inspiraba, era una clase de energía casi tangible, ahora hablarte me quema, me desgasta. Ya no hay energía, la misma se invierte cuando hay un propósito, una finalidad, un recipiente. Ahora solo apremia el sosiego y la pesadumbre mezclada con un vago entendimiento y un análisis martilleante de lo que acontece. Hay un hálito de esperanza que se disputa una batalla con las filas de la sensatez, ambas quieren ganar desesperadamente, la paciencia nunca fue mi virtud. Todo lo que te sostenía en mi, se tambalea peligrosamente. Tus miradas hacen eco en mis párpados, trato de agarrarlas pero solo el vago recuerdo de ellas persiste. Tus caricias todavía me marcan como la primera vez, todavía despuntan los cabellos de mis brazos al recordar el roce de tus manos en mi piel. Me aferro a ese recuerdo, quiero enrredarme, revolcarme en él hasta que no pueda encontrarme. Curioso como tu anhelas el encuentro, el descubrimiento de algo más alla, y yo solo pienso en perderme en vos. Sumergirme en la cajita de recuerdos, ir a cada uno de ellos y jugar con los detalles, el cigarrillo, las sabanas, el pelo, la humedad, la ropa, los labios, los sueños, el sueño, en fin, quitar y poner, sacudir y mover hasta que se desvanezcan y ya no me quede nada. Es ahí, en ese momento donde se seca el tintero y tu desapareces, no eres más que un momento maravilloso, una energía transformada en algo más, un impulso que murió justo ahí, un intento fallido, es ahí donde te conviertes en tres puntos suspensivos...